lunes, 2 de mayo de 2011

QUE NO ME ENCUENTREN

De todas las poesías (o similares) que he podido escribir, puede que ésta sea una de las más directas en cuanto a su significado y de las que, por lo tanto, necesita menos presentación.
Viene a decir, en pocas palabras, que, en una época en las que todo y todos somos 'encontrables', también apetece, de vez en cuando, perderse, resultar inaccesible para el resto del mundo o, en todo caso, para el resto del mundo menos alguien en concreto (el matiz 'romántico' es, como casi siempre, si bien, no carente de importancia, 'secundario', una excusa para expresar de forma más clara lo que se quiere decir).
Esta 'criatura literaria', nacida de unos versos concretos (los dos que cierran el 'estribillo') que se me ocurrieron, como otros muchos, en una noche de insomnio, responde al nombre de 'Que no me encuentren' y dice así:

Que no me encuentren vagando,
mezclando droga y desidia,
lirismo y vulgaridad,
lavabos, sangre y poesía.
Que no me encuentren colgado
del vuelo a ras del cemento,
del sexo ya cotidiano,
del vicio como argumento.
Que no me encuentren sin ti…

Que si te marchas, me araño
la piel, la voz, la decencia,
me encelo y nado en colchones
manchados de adolescencia
y, cuando quieras, me raptas,
haremos que no sospechen,
que, si me pierdo en tus brazos,
es para que no me encuentren.

Que no me encuentren cargado
de absurdas melancolías,
de depresiones buscadas,
de inmundos versos suicidas.
Que no me encuentren cantando
con la garganta agrietada,
el corazón, desangrado
y la voz, amoratada.
Que no me encuentren sin ti…

Que si te marchas, me araño
la piel, la voz, la decencia,
me encelo y nado en colchones
manchados de adolescencia
y, cuando quieras, me raptas,
haremos que no sospechen,
que, si me pierdo en tus brazos,
es para que no me encuentren.

Que no me encuentren vagando…