Imagina que el amor no existiera,
que lo que se derrama por tu vientre
dejara de ser mis manos
buscando el precipicio donde nada tiene nombre…
Imagina que el oxígeno adulterado que nos rodea
fuera el único saliente en nuestra caída,
el único abrigo a nuestros excesos,
el único fluido entre nuestras lenguas…
Sólo imagina, amor, que tú no existieras,
que fueras un simple reflejo en mis labios partidos,
en mi piel rasgada, en las manos sangrantes
que te perfilaron más de una vez.
Imagina que, al final, sólo te quede mi abrazo
en medio del temporal de alquitrán y hastío,
de la mueca gastada por repetirse,
de la ojera entronada en los rostros.
Imagina, amor, que, al final del camino,
no se te ofreciera más salida
que los cuerpos mutilados en la fusión,
membranas y tendones asfixiados en un cálido y asesino lazo final.
Sólo entonces, amor,
Imagina.