domingo, 20 de febrero de 2011

DIARIOS DE CAMPOS OTOÑALES

Después de este 'impasse' tal vez demasiado largo, abro de nuevo mi 'muestra literaria' avanzando en el tiempo hasta el curso 2004-2005, no recuerdo bien la fecha exacta.
Por entonces, me encontraba en mi segundo año de Antropología Social y Cultural. Entre las distintas asignaturas que tenía, sin duda, la más complicada (al menos, la que suponía, un mayor esfuerzo) era la de Prácticas (de hecho, alargué mis estudios para dedicarme en exclusiva a sacarme dicha materia), que consistía, fundamentalmente, en la elaboración de una investigación antropológica de temática, más o menos libre.
Una de las tareas específicas a realizar era la redacción de un Diario de Campo, que, en pocas palabras, es la transcripción, lo más concreta, objetiva y completa posible, de lo observado durante las sesiones de investigación.
Pensar en la complicación que me suponía llevar a cabo este ejercicio, me sirvió de inspiración para escribir (durante una clase teórica de la ya citada asignatura) estos versos (nuevamente, más cantables que recitables), que, sin intención previa, terminan quedándose, tal vez, a medio camino entre Sabina y Ricardo Arjona (cantautor guatemalteco considerado un 'semi-dios' en gran parte de Latino-América y capaz, en mi opinión, de lo mejor y, a menudo, de lo, digamos, 'no tan bueno') que responden al irónico nombre 'Diarios de Campos Otoñales' y que dicen así:

Tengo una vida en la recámara,
una canción en la guantera,
una aventura que inventarme,
y una razón en las aceras.
Tengo unos sueños inconcretos,
una memoria que me escuece,
la inspiración trasnochadora
y el raciocinio intermitente.
Tengo una musa desdeñosa,
una caricia que me debe,
diarios de campos otoñales,
circos de enanos que me crecen.
Tengo metáforas forzadas,
un inventario de vaivenes,
un dormitorio hueco y grande
y cien mujeres en mi mente.

Ven y quédate a mi lado
cuando nos apriete el frío,
cuando no nos quede nada,
cuando todo esté perdido.

Tengo una autodedicatoria,
treinta baladas sobre mí,
un amor propio en horas bajas
y una postal que me escribí.
Tengo un retrato del vacío,
una ventana empapelada,
complicidad con las esquinas…
y otra sesión de madrugada.
Tengo un acorde atravesado,
una palabra reticente,
una obsesión que me delata,
y una imaginación vehemente.
Tengo bolsillos… para qué,
álbumes que olvidé qué guardan,
tu desnudez, más espejismos
y la inocencia adulterada.

Ven y quédate a mi lado
cuando nos apriete el frío,
cuando no nos quede nada,
cuando todo esté perdido.

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